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Esperanza
11 enero, 2012
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Existe una emoción vital a nivel humano: la esperanza. Se trata de una emoción especial en tanto que remite al futuro. Aunque la base de la felicidad consiste en aprender a vivir el ahora, la esperanza te mantiene conectado con un bien futuro. Un bien que se concreta de una forma más particular en un objetivo que quieres alcanzar o en un bien que anhelas. La falta de esperanza puede derivar, en los casos más graves y preocupantes, en la desesperación absoluta.

Por otra parte, la esperanza es vital, excelente y un motor anímico. Pero sí conviene precisar que una esperanza eterna puesta en un objetivo equivocado puede ser perjudicial para el ser humano. Por ejemplo, nadie debe quedar eternamente a la espera de un amor correspondido. Tampoco es positivo vivir enganchado a objetivos poco realistas que no tienen su base en el plano real. De hecho, actuar de este modo puede causar frustración.

La esperanza remite a un bien que está por llegar, por el contrario, el temor se funda en un mal presente o del mañana. Al final, la mente humana vive conectada con el pasado, el presente y el futuro. La verdadera sabiduría consiste en aprender a poner en equilibrio estos tres ámbitos. Es decir, debes estar agradecido a tu pasado, porque te dio la oportunidad de vivir mejor tu presente, y así, poder abrir con esperanza la puerta de ese futuro que te espera de una forma metafórica a través del mañana.

Es curioso que en el colegio nos enseñan muchas cosas, sin embargo, ningún profesor nos enseña inteligencia emocional o cómo debemos aprender a vivir mejor. Nadie nos da instrucciones prácticas sobre cómo se cultiva la esperanza, tal vez, porque dicho aprendizaje es un proceso interior.

Maite Nicuesa Guelbenzu Doctora en filosofía

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